13 horas: lo que realmente ocurrió en el consulado de EE.UU. en Bengasi
Las películas pueden utilizarse como poderosas armas políticas – y la última película del director Michael Bay, 13 horas: Los soldados secretos de Bengasi, es un ejemplo de ello. La película, que dramatiza el mortífero ataque de 2012 contra el consulado de Estados Unidos en Bengasi (Libia), ha sido anunciada a bombo y platillo por los derechistas como un ataque a la aspirante demócrata a la presidencia, Hillary Clinton, que era secretaria de Estado en aquel momento. Donald Trump incluso ha organizado proyecciones gratuitas para sus partidarios.
Ciertamente, los ataques que tuvieron lugar en Bengasi la noche del 11 de septiembre de 2012 y hasta la mañana siguiente han estado envueltos en la polémica. El embajador estadounidense Chris Stevens y el experto en informática Sean Smith murieron en el primer ataque y dos ex Navy Seals, Tyrone Woods y Glen Doherty, murieron en el segundo. Era la primera vez que un embajador estadounidense era asesinado desde 1979.
Muchos críticos de la administración Obama expresaron su indignación por la incapacidad del Departamento de Estado de EEUU para proteger a sus propios diplomáticos y su escasa respuesta al ataque. Los críticos del Departamento de Estado y de la administración Obama afirmaron que el FBI tardó más de tres semanas en desplazarse al lugar del consulado de Bengasi, lo que dificultó la investigación. También pasó mucho tiempo antes de que se detuviera o identificara a ningún sospechoso. Ahmed Abu Khattala, el primer militante en ser detenido no lo fue hasta junio de 2014.
Los partidarios de la administración Obama, por su parte, se irritaron por la investigación de seguimiento dirigida por los republicanos, que pretendía descubrir los errores, produjo un informe crítico de 46 páginas -y ha costado a los contribuyentes estadounidenses, según se informa, 4,7 millones de dólares.
¿Pero qué ocurrió realmente la noche en cuestión?
¿Era seguro el complejo?
La ex secretaria de Estado Hillary Clinton testificó en 2015 sobre el ataque ante el Comité Selecto de la Cámara de Representantes sobre Bengasi. Ella también ha reconocido que sí se produjo un «fallo sistémico».
En la última comparecencia, la de Clinton fue una muestra de emoción por momentos. «Me imagino que he pensado más en lo que pasó que todos ustedes juntos», dijo. «He perdido más el sueño que todos ustedes juntos. Me he devanado los sesos pensando en qué más se podría haber hecho o se debería haber hecho»
Muchos han señalado que el recinto no cumplía las especificaciones de seguridad porque sólo era una base provisional. El embajador Stevens tenía su base habitual en la embajada de Estados Unidos en Trípoli, pero estaba visitando la Misión Especial de Estados Unidos en Bengasi durante una semana, donde se había establecido un consulado ad hoc debido al conflicto en curso.
Esto hacía que las instalaciones fueran especialmente vulnerables. También se descubrió que el Departamento de Estado de EE.UU. no apoyaba adecuadamente las peticiones de seguridad de su propio personal de seguridad en Bengasi, ni tenía ninguna información específica de un ataque inminente. En consecuencia, los guardias libios desarmados no pudieron impedir que los camiones de los atacantes entraran en el recinto.
¿Cómo fue asesinado el embajador?
La controversia gira en torno a los esfuerzos del equipo de seguridad estadounidense por proteger al embajador. Múltiples fuentes afirmaron que Stevens, el agente de seguridad Scott Strickland y el experto en informática, Sean Smith, se vieron obligados a refugiarse en un lugar seguro durante el asalto, que comenzó alrededor de las 21:40 horas.
Sin embargo, tras un incendio provocado por los terroristas, el grupo se perdió de vista y Strickland salió por una ventana. Strickland afirmó que intentó varias veces encontrar a los otros dos pero que no pudo debido al humo. Entonces subió a la azotea para comunicarse con los otros agentes.
Los agentes volvieron más tarde al edificio principal y encontraron el cuerpo de Smith, pero no el de Stevens. Finalmente se descubrió que Stevens había muerto en un hospital de Bengasi. Al parecer, unos transeúntes libios lo encontraron y lo llevaron al hospital, donde se intentó reanimarlo. Según Associated Press, había muerto de asfixia, probablemente causada por la inhalación de humo.
El segundo ataque se produjo en torno a las 4 de la madrugada, cuando se dispararon morteros contra el complejo de la CIA. En él murieron Glen Doherty y Tyrone Woods.
¿Quiénes fueron los responsables?
Lo que se sabe es que los militantes llegaron en camiones con el logotipo de Ansar al-Sharia, un grupo de islamistas que colaboraba con el gobierno local para proporcionar seguridad. Los asaltantes iban armados con granadas, AK-47, otras armas de asalto y botes de gasóleo. Estados Unidos acabó alegando que dos ramas libias de Ansar al Sharia -Derna y Bengasi- y otra rama en Túnez estaban implicadas en los ataques.
Aunque el líder de Al Qaeda, Ayman Zawahiri, elogió a los atacantes en un vídeo de felicitación, el grupo nunca se atribuyó el ataque. Sin embargo, el comandante de Al Qaeda en el Mahgreb Islámico, Mokhtar Belmokhtar, también fue vinculado posteriormente.
Algunos de los asaltantes también han sido identificados como asociados de Muhammad Jamal, que dirigía un grupo terrorista egipcio, la red Muhammad Jamal (MJN). Al parecer, algunos de los atacantes de Bengasi se entrenaron en campamentos de la MJN en Libia. Aunque el núcleo de Al Qaeda no coordinó este atentado, demuestra cómo grupos menores pero potencialmente violentos han sido capaces de organizar sus propios atentados. Esta explosión exponencial de grupos violentos con vínculos con Al Qaeda de distinta fuerza hace más difícil asignar la responsabilidad definitiva.
¿Ataques premeditados?
En un primer momento, Estados Unidos afirmó que los ataques se habían lanzado en respuesta a la publicación del polémico vídeo La inocencia de los musulmanes, una película antimusulmana que desató protestas más amplias. La administración afirmó erróneamente que fueron esas protestas las que condujeron al ataque más violento en el complejo, aparentemente para evitar enmarcar el ataque como un acto de terrorismo. Pero los libios entrevistados respondieron que no hubo tales protestas.
Aunque el asalto no fue particularmente sofisticado y no requirió años de planificación, los atacantes se habían entrenado entre sí y tenían órdenes claras. También habían recibido una excelente información de inteligencia, sabiendo cómo llegar desde los distintos puntos de acceso a la residencia del embajador y cómo cortar el paso a los agentes de seguridad y al cuerpo de guardia local.
Un entorno de alto riesgo
Así que el ataque de Bengasi sí representó un grave fallo de seguridad e inteligencia, así como una incomprensión de las cambiantes redes terroristas de la región. Pero no fue ni mucho menos un incidente único. Entre 1998 y 2011 se produjeron 13 atentados mortales contra instalaciones diplomáticas estadounidenses, y siete embajadores estadounidenses han sido asesinados mientras trabajaban desde 1950. Muchos más intentos de ataques y complots, afortunadamente, han sido frustrados.
En definitiva, la mayor lección es que la región es increíblemente inestable y peligrosa, con casi 1.100 ataques terroristas en Libia desde la caída del régimen de Gadafi. Sin duda quedan preguntas, pero mientras la derecha utiliza el ataque como prueba de la incompetencia de Clinton, en realidad es más sorprendente que no haya habido más víctimas mortales estadounidenses.