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Ciencia o aceite de serpiente: ¿es la leche A2 mejor para usted que la leche de vaca normal?

La nueva gran cosa que llega a los estantes de nuestros supermercados es la «leche A2». Esto no sólo ha dado lugar a un gran debate sobre si es mejor para nosotros que la leche de vaca normal, sino también a una amarga disputa sobre el etiquetado entre las grandes empresas lácteas en el Tribunal Federal.

¿Qué es la leche A2?

La leche de vaca contiene proteínas. El principal grupo de proteínas de la leche son las caseínas. A1 y A2 son los dos tipos principales de beta-caseína (la beta-caseína es una de las tres principales proteínas de caseína) presentes en la leche. Son simplemente variantes genéticas entre sí que difieren en su estructura por un aminoácido.

La proteína A1 produce beta-casomorfina-7 (BCM-7), que se ha demostrado que altera la función gastrointestinal (ralentizando los movimientos intestinales desde el estómago hasta el ano) y aumenta la inflamación en el intestino en estudios con animales.

En Europa, América, Australia y Nueva Zelanda se expresan comúnmente tanto los tipos A1 como A2 de caseína en la leche de vaca, y de ahí la leche que encontramos en los estantes de nuestros supermercados.

El revuelo en torno a la leche A2 surgió tras la patente de un test genético por parte de la empresa a2 Milk. La patente permite a la empresa determinar qué tipo de proteína produce una vaca en su leche y, por tanto, conceder licencias a los ganaderos que demuestren que sus vacas sólo expresan proteína A2 en su leche (y no proteína A1). La leche A2 es comercializada por la empresa a2 Milk Company para que contenga únicamente el tipo A2 de beta-caseína.

En un principio, hubo afirmaciones de marketing de que las proteínas A1 eran perjudiciales para nuestra salud, pero una revisión completa de la literatura por parte de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) en 2009 anuló tales afirmaciones. No existen pruebas suficientes que sugieran que las proteínas A1 tienen un efecto negativo en nuestra salud. La EFSA no encontró ninguna relación entre el consumo de leche con la proteína A1 y las enfermedades no transmisibles, como la diabetes de tipo 1, las enfermedades cardíacas y el autismo, que es el centro de gran parte del bombo.

Después de que estos hallazgos se hicieran públicos, el enfoque de marketing se desplazó hacia la proteína A1 que causa molestias digestivas y síntomas normalmente asociados con la intolerancia a la lactosa (por ejemplo, hinchazón y flatulencia).

El primer estudio en humanos revisado por pares se realizó con un pequeño número de personas (41). Sólo diez de los participantes declararon una intolerancia a la leche de vaca comercial. Compararon las diferencias después de beber leche que contenía sólo la proteína A1 frente a la leche que contenía sólo la proteína A2 (la leche en nuestros estantes del supermercado suele ser una combinación de las proteínas lácteas A1 y A2).

Interesantemente, encontraron que después de beber la leche que contenía sólo la proteína A1, los participantes informaron de que las heces eran más blandas que cuando bebían la leche A2. Estos resultados tienden a ir en contra de la evidencia de los estudios en animales de que la proteína A1 ralentiza el movimiento del contenido a través del sistema gastrointestinal, lo que podría pensarse que abulta el contenido de las heces y, por tanto, da lugar a heces más duras.

Los autores de este estudio sugirieron que las heces más blandas podrían haber sido causadas por un aumento de la inflamación intestinal provocado por el consumo de la proteína A1. La inflamación intestinal puede provocar una mala absorción de líquidos y nutrientes y, por tanto, heces más blandas. Sin embargo, el estudio no encontró diferencias en la calprotectina (una medida de la inflamación) entre los dos grupos de leche, por lo que no pudo extraer ninguna conclusión sólida.

Esto llevó al segundo estudio realizado en humanos, que se publicó este año. A diferencia del estudio anterior, sí se utilizó leche comercial común que contiene las proteínas lácteas A1 y A2 y se comparó con el consumo de leche que sólo contiene la proteína A2. Sólo incluyó a personas (45 sujetos) que autodeclararon una intolerancia a la leche de vaca.

De los 45 sujetos, 23 fueron diagnosticados como intolerantes a la lactosa. Alguien que es intolerante a la leche de vaca tiene una incapacidad para digerir la lactosa debido a una deficiencia de la enzima lactasa. Pero es importante señalar que la lactosa está presente tanto en la leche A1 como en la A2.

Los resultados mostraron que la leche A2 no provocaba un aumento de los síntomas digestivos desagradables (por ejemplo, hinchazón y flatulencia) que suelen asociarse al consumo de leche en las personas intolerantes a la lactosa. Cuando se suministraba leche de vaca que contenía las proteínas A1 y A2, se producía una exacerbación del malestar estomacal. Sin embargo, esto sería lo esperado para alguien que es sensible a los productos lácteos, o intolerante a la lactosa.

Los cambios en los marcadores inflamatorios observados en este estudio deben interpretarse con cuidado. A pesar de que se observaron algunos cambios estadísticamente significativos entre los dos grupos de leche, éstos no son necesariamente relevantes desde el punto de vista clínico y, por lo tanto, necesitan ser investigados más a fondo en un estudio mucho más grande con un mayor tamaño de muestra.

¿Entonces vale la pena el A2?

Para aquellos que no experimentan ningún problema con el consumo de leche, no hay evidencia que sugiera ningún beneficio en tener leche A2 sobre la leche comercial de consumo común, que contiene tanto las proteínas A1 como A2. Por menos de la mitad del precio por litro, esta última sería la opción preferida.

Para aquellos que se autodeclaran intolerantes a la leche o son intolerantes a la lactosa, la leche A2 puede ser una selección adecuada para evitar las molestias estomacales que se suelen comunicar, pero también lo es la leche sin lactosa. La leche sin lactosa no contiene lactosa, que es el azúcar natural que causa los problemas gastrointestinales en los intolerantes a la lactosa. En consecuencia, lo que se necesita es un estudio que compare los efectos de la leche sin lactosa frente a la leche A2 en los intolerantes a la lactosa.

Lo más importante es que se necesitan estudios a más largo plazo con tamaños de muestra más grandes, ya que los dos estudios realizados en humanos hasta la fecha se han llevado a cabo con números reducidos durante periodos cortos.

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