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De niño emprendedor a fundador de IKEA: la historia de los primeros años de Ingvar Kamprad

Las circunstancias hicieron más inteligente a un niño inteligente

Ingvar Kamprad hizo las cosas de forma diferente desde el principio. En lugar de vender cerillas por céntimos, debería haber trabajado duro en la granja familiar de su padre en Elmtaryd. Era la depresión. La pobreza era generalizada. La gente hacía cola por la comida, por el trabajo, por todo. Todos, niños incluidos, no debían perder nada, ni siquiera el tiempo.

En la provincia sueca de Småland, donde vivía Ingvar, la tierra pedregosa producía malas cosechas. La agricultura no era suficiente para sobrevivir. La gente tenía que ser innovadora, creativa, fuerte y obstinada. Las familias eran ahorradoras, y muchas se convirtieron en empresarios para llegar a fin de mes, vendiendo productos caseros o alimentos en conserva.

Esto también ocurría en su familia. Su madre montó una casa de huéspedes. Su padre era el dueño de la mayor tienda de campo de Älmhult, un pueblo a 20 km de Elmtaryd. Antes de trasladarse a la granja, Ingvar solía pasar días enteros en la tienda, jugando y haciendo recados (cuando quería; su abuelo era más compañero que jefe).

Ingvar comprendía las penurias de su familia y quería ayudar. Pero en lugar de hacer las tareas de la granja, se centró en ayudar a la economía familiar. Independientemente de que sus pequeñas contribuciones marcaran la diferencia, su familia hizo lo poco convencional y apoyó a su pequeño empresario vendedor de fósforos. El primer cliente del futuro fundador de IKEA fue la madre de su padre.

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