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Dualismo mente-cuerpo

El dualismo mente-cuerpo, en su formulación original y más radical, es el punto de vista filosófico de que la mente y el cuerpo (o la materia) son fundamentalmente tipos distintos de sustancias o naturalezas. Esta versión, que ahora se llama a menudo dualismo de la sustancia, implica que la mente y el cuerpo no sólo difieren en su significado, sino que se refieren a diferentes tipos de entidades. Así, un dualista mente-cuerpo (sustancia) se opondría a cualquier teoría que identifique la mente con el cerebro, concebido como un mecanismo físico.

Malebranche, grabado de Rochefort, 1707
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A continuación se presenta un breve tratamiento del dualismo mente-cuerpo. Para una discusión más completa, véase Filosofía de la mente: Dualismo; y Metafísica: Mente y cuerpo.

El problema moderno de la relación entre la mente y el cuerpo proviene del pensamiento del filósofo y matemático francés del siglo XVII René Descartes, que dio al dualismo su formulación clásica. A partir de su famoso dictamen cogito, ergo sum (en latín: «Pienso, luego existo»), Descartes desarrolló una teoría de la mente como una sustancia inmaterial y no extendida que realiza diversas actividades o experimenta varios estados, como el pensamiento racional, la imaginación, el sentimiento (la sensación) y la voluntad. La materia, o sustancia extendida, se ajusta a las leyes de la física de forma mecanicista, con la importante excepción del cuerpo humano, que según Descartes está afectado causalmente por la mente humana y que produce causalmente ciertos acontecimientos mentales. Por ejemplo, querer levantar el brazo hace que se levante, mientras que ser golpeado por un martillo en el dedo hace que la mente sienta dolor. Esta parte de la teoría dualista de Descartes, conocida como interaccionismo, plantea uno de los principales problemas a los que se enfrentaron Descartes y sus seguidores: la cuestión de cómo es posible esta interacción causal.

Este problema dio lugar a otras variedades del dualismo de sustancias, como el ocasionalismo y algunas formas de paralelismo que no requieren una interacción causal directa. El ocasionalismo sostiene que los vínculos aparentes entre los eventos mentales y físicos son el resultado de la constante acción causal de Dios. El paralelismo también rechaza la interacción causal, pero sin una intervención divina constante. Gottfried Wilhelm Leibniz, racionalista y matemático alemán del siglo XVII, veía la mente y el cuerpo como dos series perfectamente correlacionadas, sincronizadas como dos relojes en su origen por Dios en una armonía preestablecida.

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Otra teoría sustancia-dualista es el epifenomenalismo, que coincide con otras teorías en sostener que los eventos mentales y los eventos físicos son diferentes. El epifenomenalista sostiene, sin embargo, que las únicas causas verdaderas son los eventos físicos, con la mente como un subproducto. Los sucesos mentales parecen causalmente eficaces porque ciertos sucesos mentales ocurren justo antes de ciertos sucesos físicos y porque los seres humanos desconocen los sucesos del cerebro que los causan realmente.

Entre otras dificultades a las que se enfrenta el dualismo de sustancias está la oscuridad inherente a la hora de concebir qué tipo de cosa podría ser una sustancia mental -una «cosa» inmaterial y pensante-. Estas críticas han llevado a algunos pensadores a abandonar el dualismo de sustancias en favor de diversas teorías monistas, como la teoría de la identidad, según la cual todo estado o acontecimiento mental es idéntico a algún estado o acontecimiento físico (es decir, cerebral), y la teoría del doble aspecto, también llamada monismo neutro, según la cual los estados y acontecimientos mentales y físicos constituyen diferentes aspectos o propiedades de una única sustancia subyacente, que no es ni mental ni física.

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