El Floridita
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Aunque el Floridita tiene sus detractores, probablemente merezca la pena pasar a tomar un daiquiri solo por estar ahí. Ciertamente ha dado la vuelta a la manzana desde que abrió sus puertas por primera vez hace más de 200 años y el busto de bronce de Hemmingway bebiendo su habitual daiquiri es el testimonio de su patrón más famoso que, según se dice, una vez se tomó 13 daiquiris dobles de una sentada.
Inaugurado en 1817 con el nombre de Piña de Plata, posteriormente Florida en 1910 y El Floridita en 1914, este bar y restaurante se hizo mundialmente conocido gracias al escritor Ernest Hemingway, que era cliente habitual. El escritor ha acabado siendo la principal atracción para los turistas de todo el mundo, que visitan «la cuna del daiquiri» y se fotografían junto al busto de bronce esculpido en 1954 y colocado en su rincón favorito o junto a la estatua a tamaño real de Papá en la barra realizada en 2003.
El flujo constante de turistas le da un atractivo limitado a los cubanos o expatriados como lugar para pasar toda la noche y encontrarás bebidas más baratas casi en cualquier otro lugar. Por otro lado, los camareros del bar son personas con mucho talento que habrán olvidado mucho más sobre los entresijos de los cócteles (y especialmente de los daiquiris) de lo que la mayoría de la gente jamás soñaría saber y el ambiente es animado con buenas bandas que suelen tocar.
Vaya bien abrigado, porque el aire acondicionado puede ser un poco feroz.
Aunque hay muchas variantes sobre el origen del daiquiri, me gusta creer que fue inventado en el este de Cuba y perfeccionado aquí en La Floridita por el legendario barman Constantino Ribalaigua. Su receta: ron, zumo de lima, azúcar, un par de batidos de licor marrasquino y hielo picado.