El truco del champú en seco que lo cambió todo: ¿Cuándo -y cómo- usas el polvo para el cabello?
Déjame ser honesta: Durante la última década, he pensado no tan secretamente en los supuestos efectos transformadores del cabello del champú en seco como una leyenda urbana en toda regla. Es decir, no es que no quisiera creer que un bote de aerosol lleno de almidón de maíz pudiera proporcionarme el pelo de Daria-in-the-Céline-ads. Pero los años que pasé probando todas las fórmulas posibles de sprays, polvos, brumas y cepillos en el armario de belleza de Vogue no consiguieron inculcar ni a) la esponjosidad parisina ni b) la frescura de una chica francesa en mi corte hasta los hombros. ¿Y en cuanto a hacer que mi pelo parezca más limpio? No tanto.
Y entonces, el otoño pasado, una amiga peluquera me sugirió que probara los siguientes trucos y que le informara. En primer lugar, después de rociar una fórmula en aerosol a lo largo de mis raíces en secciones, debería esperar dos minutos completos -conforme al reloj- antes de repasarlas con un cepillo de cerdas de jabalí. Esto permitiría que el champú en seco absorbiera completamente los aceites que lo estaban cargando. En segundo lugar, dado que mi pelo tiende a estar más graso cuando me despierto, debería probar el truco antes mencionado justo antes de irme a la cama -y luego otra vez por la mañana- para contrarrestar cualquier acumulación de aceite mientras dormía.
Hice lo que me indicaron. ¿Y adivina qué, querido lector? Realmente funcionó. De repente me gusta el champú seco. No, corrección, de repente me encanta el champú seco. De hecho, mientras escribo esto, el Champú Seco con Leche de Avena para Morenas de Klorane está almacenado a granel en mi maleta, donde mañana viajará conmigo a París para los próximos diez días de desfiles de moda. Y si me paran en la aduana del aeropuerto para interrogarme, les diré que es muy sencillo: Tengo que quedarme esta noche y lavarme el pelo con champú en seco.