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Epicuro

Epicuro es considerado una figura importante en la historia de la ciencia y de la filosofía. Defendió que sólo debemos proporcionar la creencia a la evidencia empírica y a la lógica, y propuso el punto de vista científico del atomismo, según el cual todos los hechos del mundo macroscópico están causados por la configuración de los átomos o elementos indivisibles del mundo microscópico. En ética es famoso por haber propuesto la teoría del hedonismo, que sostiene que el placer es el único valor intrínseco. Sin embargo, como veremos, su visión del placer dista mucho de la estereotipada. Para Epicuro, la vida más placentera es aquella en la que nos abstenemos de deseos innecesarios y alcanzamos una tranquilidad interior (ataraxia) contentándonos con las cosas sencillas, y eligiendo el placer de la conversación filosófica con los amigos por encima de la búsqueda de placeres físicos como la comida, la bebida y el sexo

Epicuro – Un poco de historia

Imagina si quieres un exuberante jardín lleno de frutas y verduras frescas. Figuras ataviadas van de un lado a otro por los senderos, deteniéndose de vez en cuando para entablar una agradable conversación sobre ciencia, filosofía y arte. En un rincón, un juglar toca armoniosos acordes con su lira. En otro se discute sobre el libre albedrío: el maestro explica que no hay razón para temer a los dioses y que el ser humano tiene plena libertad para elegir su propio camino en la vida y obtener la felicidad en el aquí y ahora. Un viento fresco sopla mientras se respira el aire mediterráneo del océano en medio de la belleza de la Naturaleza y la camaradería de los amigos y la familia. Si has imaginado todo esto, has imaginado el «Jardín del Placer» de Epicuro, un lugar en el que él y sus estudiantes se reunían en la búsqueda de alcanzar la vida más placentera posible en este mundo.

Epicuro pasó la mayor parte de su vida temprana en la isla de Samos, un asentamiento ateniense frente a la península del Egeo. Estudió en Atenas y, tras digerir las filosofías de Platón, Aristóteles y Demócrito, regresó allí para fundar su propia escuela, El Jardín, que atrajo a muchos adeptos. Epicuro es considerado una figura importante en la historia de la ciencia y de la filosofía. Defendía que la creencia sólo debe estar en proporción con la evidencia empírica y la lógica, y propuso la visión científica del atomismo, según la cual todos los hechos del mundo macroscópico están causados por la configuración de los átomos o elementos indivisibles del mundo microscópico. En ética es famoso por haber propuesto la teoría del hedonismo, que sostiene que el placer es el único valor intrínseco. Sin embargo, como veremos, su visión del placer dista mucho de la estereotipada. Para Epicuro, la vida más placentera es aquella en la que nos abstenemos de deseos innecesarios y alcanzamos una tranquilidad interior (ataraxia) contentándonos con las cosas sencillas, y eligiendo el placer de la conversación filosófica con los amigos por encima de la búsqueda de placeres físicos como la comida, la bebida y el sexo.

Fiel a su filosofía, Epicuro afirmaba pasar los últimos días de vida en el placer, a pesar de todo el dolor físico que padecía. Como escribe en su Carta a Idomeneo:

Te he escrito esta carta en un día feliz para mí, que es también el último de mi vida. Pues he sido atacado por una dolorosa incapacidad para orinar, y también por una disentería tan violenta que nada puede añadirse a la violencia de mis sufrimientos. Pero la alegría de mi mente, que proviene del recuerdo de toda mi contemplación filosófica, contrarresta todas estas aflicciones. Y te ruego que cuides de los hijos de Metrodoro, de una manera digna de la devoción mostrada por el joven hacia mí, y hacia la filosofía.

Aquí vemos una de las técnicas de Epicuro para obtener la felicidad incluso en la situación más miserable: en lugar de detenerte en el dolor, recuerda uno de esos momentos del pasado en los que fuiste más feliz. A través de un entrenamiento suficiente de la mente, podrás lograr una imaginación tan vívida que podrás revivir esas experiencias y esa felicidad. Esta idea está bien ilustrada por Victor Frankl</, el psiquiatra vienés que sufrió cuatro años en varios campos de concentración, incluido Auschwitz. Frankl escribe que una de las pocas cosas que podía darle una sensación de felicidad era evocar la imagen de su amada esposa y entablar una conversación imaginaria con ella. Como escribe: «Mi mente se aferraba a la imagen de mi esposa, imaginándola con una agudeza insólita. La oía responderme, veía su sonrisa, su mirada franca y alentadora. Real o no, su mirada era entonces más luminosa que el sol que empezaba a salir». (Frankl 1984, p. 57).

Epicuro – La felicidad es el placer

Aunque hemos perdido la mayor parte de los tratados de Epicuro sobre ética y felicidad, sus ideas básicas están muy claramente esbozadas en su justamente famosa Carta a Meneceo. Comienza con una afirmación conocida de Platón y Aristóteles: que todos deseamos la felicidad como un fin en sí mismo, y todas las demás cosas se desean como un medio para producir la felicidad. Pero, ¿qué es la felicidad? Epicuro da una definición directa, influenciada por Aristipo, discípulo de Sócrates y fundador de la escuela filosófica cirenaica:

«El placer es nuestro bien primero y afín. Es el punto de partida de toda elección y de toda aversión, y a él volvemos siempre, en la medida en que hacemos del sentimiento la regla por la que juzgar todo bien.»

Epicuro afirma entonces que hay dos creencias autoimpuestas que son las que más contribuyen a hacer nuestra vida infeliz o llena de dolor. Son, en primer lugar, la creencia de que seremos castigados por los dioses por nuestras malas acciones, y en segundo lugar, que la muerte es algo que hay que temer. Ambas creencias producen miedo y ansiedad, y son completamente innecesarias ya que se basan en ficciones. Aunque los dioses existen, al ser perfectos y eternos no se ocupan directamente de los asuntos humanos. Como tales, no tenemos que temer ningún castigo por su parte, ni tenemos que dedicar tiempo a laboriosos actos de culto piadoso. En cuanto a la muerte, señala que una vez que la experiencia sensible llega a su fin no habrá sensación de dolor. Por lo tanto, el miedo a la muerte es completamente infundado. De hecho, suena curiosamente como un maestro zen cuando escribe «La muerte no tiene sentido para los vivos porque están vivos, y no tiene sentido para los muertos… porque están muertos»

Epicuro hace una importante distinción entre deseos necesarios e innecesarios. Los deseos necesarios son aquellos que son necesarios para producir la felicidad, como el deseo de deshacerse del dolor corporal, o el deseo de un estado de tranquilidad interior. Escribe que «el fin de todas nuestras acciones es librarnos del dolor y del miedo, y una vez obtenido esto, la tempestad del alma se apaga». Sólo cuando tenemos dolor sentimos la necesidad de buscar el placer, una necesidad que inevitablemente sólo produce mayor dolor. Para librarnos de este ciclo dolor-placer-dolor, necesitamos cultivar una mentalidad en la que no haya dolor. Por lo tanto, el objetivo no es la búsqueda positiva del placer, como lo era para Aristipo. El objetivo es más bien la consecución de un estado neutro que se describe mejor como «paz mental» o incluso «vacío», por utilizar una expresión budista. La palabra griega que Epicuro utiliza para designar este estado es ataraxia, que significa literalmente «libertad de la preocupación»

Epicuro señala además que necesitamos sabiduría para ver qué placeres son realmente placenteros y qué dolores son necesarios para producir placer. Algunos placeres conducen a un mayor dolor, como la ingesta de grandes cantidades de alcohol, por lo que la persona sabia los evitará. En cambio, algunos dolores, como la tristeza, pueden conducir al aprecio por la vida o a la compasión, que son estados altamente placenteros. Por lo tanto, no hay que deshacerse de todas las emociones negativas, sino sólo de las que conducen a dolores innecesarios. Ésta, por cierto, es también una de las principales conclusiones que el psicólogo positivo Ed Diener esboza en sus últimas investigaciones sobre las bases empíricas de la felicidad.

Epicuro – Alejarse de lo externo

Otra de las principales conclusiones de las recientes investigaciones sobre la felicidad se refiere al limitado papel que juegan las condiciones externas para ser feliz. Se ha descubierto que los ingresos, el matrimonio, la buena apariencia, incluso ganar la lotería, sólo tienen un pequeño impacto en la felicidad duradera. Epicuro lo anticipa con su afirmación de que el mayor secreto de la felicidad es ser lo más independiente posible de las cosas externas. Contentarse con las cosas sencillas de la vida garantiza que nunca te decepcionarás. Si se pone el acento en los placeres innecesarios, como los lujos costosos y la comida, se estará 1) disgustado cuando se pierdan estas cosas, 2) ansioso por obtenerlas, y 3) continuamente empujado hacia mayores lujos y, por tanto, mayor ansiedad y decepción.

En consonancia con este sentimiento, Epicuro desprecia el «burdo hedonismo» que enfatiza el placer físico, y en su lugar afirma que la búsqueda filosófica de la sabiduría con los amigos cercanos es el mayor de los placeres;

«Cuando decimos, pues, que el placer es el fin y el objetivo, no nos referimos a los placeres del pródigo o a los placeres de la sensualidad, como se entiende por ignorancia, prejuicio o tergiversación intencionada. Por placer entendemos la ausencia de dolor en el cuerpo y de problemas en el alma. No es una sucesión ininterrumpida de borracheras y juergas, ni la lujuria sexual, ni el disfrute del pescado y otros manjares de una mesa lujosa, lo que produce una vida placentera. Se trata más bien de un razonamiento sobrio, que busca los motivos de la elección y de la evitación, y destierra las creencias que conducen al tumulto del alma»

En base a esta concepción de la felicidad, es el filósofo el más feliz de todos los hombres, pues elige los placeres estables del conocimiento en lugar de los placeres temporales y volátiles del cuerpo. Epicuro concluye su carta diciendo que si uno practica estos preceptos, se convertirá en un «dios entre los hombres», pues habrá alcanzado un estado inmortal aun estando en un cuerpo mortal. Como escribe:

«Ejercítate en estos preceptos día y noche, tanto por ti mismo como con alguien que sea de tu misma opinión; entonces nunca, ni en la vigilia ni en los sueños, serás perturbado, sino que vivirás como un dios entre los hombres. Porque el hombre pierde toda apariencia de mortalidad al vivir en medio de las bendiciones inmortales.»

Nótese el énfasis que pone Epicuro en la práctica de los preceptos «con alguien que sea afín». Siguiendo a Aristóteles, Epicuro ve el valor indispensable de la amistad como un motivador crucial hacia la propia y verdadera felicidad. El problema es que, la mayoría de las veces, las otras personas son un perjuicio para nuestra felicidad, al crear una falsa competencia por placeres innecesarios. La solución a esto es apartarse de la sociedad ordinaria y crear una comuna especial en la que sólo se interactúa con aquellos compañeros que persiguen la sabiduría de forma similar. Al crear esta visión, Epicuro sin duda influyó en muchos pensadores utópicos, desde Moro hasta Marx, que cifran sus esperanzas de felicidad en un cambio completo de las relaciones sociales que forman el tejido de lo que somos como seres humanos.

Conclusión

Epicuro hace las siguientes afirmaciones sobre la felicidad humana:

  • La felicidad es el placer; todas las cosas deben hacerse por los sentimientos placenteros asociados a ellas
  • Las falsas creencias producen un dolor innecesario; entre ellas, que los dioses nos castigarán y que la muerte es algo que hay que temer
  • Hay deseos necesarios e innecesarios. Los deseos necesarios, como desear estar libre de dolor corporal, ayudan a producir la felicidad, mientras que los deseos innecesarios, como desear un coche más grande o una comida más lujosa, suelen producir infelicidad
  • El objetivo no es la búsqueda positiva del placer, sino la ausencia de dolor, un estado neutro que él llama «ataraxia», que es la liberación de toda preocupación, a menudo traducido simplemente como «tranquilidad interior».»
  • Este estado de ataraxia puede alcanzarse a través de la contemplación filosófica más que a través de la búsqueda de burdos placeres físicos
  • La felicidad no es un asunto privado: puede alcanzarse más fácilmente en una sociedad en la que los individuos con ideas afines se unen para ayudar a inspirar la búsqueda de la felicidad de los demás
  • Bibliografía

    «Carta a Menoecio,»http://epicurus.net/en/menoeceus.html

    «Carta a Idomeneo,» http://epicurus.net/en/idomeneus.html

    «Carta a Heródoto,» http://epicurus.net/en/herodotus.html

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