La «crítica» posestructuralista y su tratamiento del poder en la política global
La contención que rodea al posestructuralismo lo convierte en una teoría interesante de estudiar. Pocos campos han suscitado tantas críticas hacia sus propios principios y métodos, a los que se les ha reprochado no haber «establecido ninguna innovación teórica auténtica.» En este ensayo examinaré lo que significa la «crítica» en el contexto del postestructuralismo, y a continuación analizaré el tratamiento postestructural del «poder» en la política internacional. Argumentaré que, a pesar de sus deficiencias, el postestructuralismo tiene un importante papel que desempeñar a la hora de interpretar la política internacional actual. Sin embargo, antes de empezar, es importante definir exactamente qué es el «postestructuralismo».
Etiqueta creada inicialmente por académicos estadounidenses, el «postestructuralismo» se refiere a una ola de producción académica que se definió en gran medida con su oposición al movimiento estructuralista, surgido en Francia entre los años cincuenta y sesenta. Según Michael Merlingen, el estructuralismo había postulado que cualquier elemento social existe «sólo en relaciones estructuradas y pautadas que lo vinculan a otros elementos de un sistema», y que la forma más productiva de entender el mundo social es abordarlo mediante el examen de estos sistemas. Los posestructuralistas, sin embargo, pretenden cuestionar esta teoría y rechazar sus aspiraciones científicas y positivistas. Utilizando a menudo técnicas de análisis del discurso para apoyar sus argumentos, creen que el lenguaje es la clave y que las palabras y las frases no reflejan ni representan ninguna realidad externa. Teniendo en cuenta la centralidad que los posestructuralistas conceden al lenguaje, el concepto de «poder» quizá se entienda mejor como un fenómeno representativo que como una entidad concreta y material.
Como el trabajo de los posestructuralistas se ocupa principalmente de cuestionar los objetivos y los motivos de las teorías y los discursos existentes, quizá sea más exacto pensar en el posestructuralismo en el ámbito de la política internacional como un método o herramienta de análisis. Esto se debe, en particular, a que, como se examina a lo largo de este ensayo, el posestructuralismo no pretende, en general, presentar una visión del mundo específica propia. En otras palabras, sólo si observamos cómo los postestructuralistas se comprometen a proporcionar una crítica sobre otros puntos de vista, podremos empezar a entender realmente cómo piensan. Como sostiene Michel Foucault, la crítica posestructuralista «sólo existe en relación con algo distinto de sí misma». Teniendo esto en cuenta, este artículo evaluará la naturaleza y la motivación de la crítica posestructuralista con especial referencia a su interacción con el concepto de «soberanía del Estado».
¿En qué se diferencia la «crítica» de la «crítica»?
«¿Sabes hasta qué punto puedes saber?», preguntó una vez el escritor francés Michel Foucault. Su pregunta encierra la esencia del posestructuralismo, ya que el mero hecho de plantearla desafía instantáneamente las estructuras de conocimiento existentes y se convierte así en un acto de «crítica». Sin embargo, en lo que respecta al postestructuralismo, los términos «crítica» y «crítica» no deben utilizarse necesariamente de forma indistinta. Según Judith Butler, Foucault consideraba la ‘crítica’ como una práctica que «suspende el juicio» y «ofrece una nueva práctica de valores basada en esa misma suspensión». En otras palabras, los postestructuralistas no pretenden hacer juicios de valor cuando se dedican a la crítica. Creen que para hacer tales juicios o para sugerir una acción o un pensamiento de reemplazo, uno seguramente tiene que estar operando desde dentro (y por lo tanto aceptando) un marco existente de límites, definiciones y principios generalmente acordados. Sin embargo, a través de la «crítica», el objetivo del postestructuralista es más bien participar en un tipo de pensamiento crítico que problematiza y desestabiliza un marco que, de otro modo, se daría por sentado, dando así cabida a la posibilidad de una nueva realidad (o conjunto de realidades). En resumen, la crítica postestructural difiere de la «crítica» estándar porque busca problematizar en lugar de sustituir. William Connolly afirma que esto se debe a que el pensador postestructuralista «nada en la cultura» que establece los entornos sociales, por lo que simplemente no le es posible establecer un espacio fuera de esta cultura. Demasiado conscientes de que son un producto de sus propios entornos, los posestructuralistas no pueden hacer más que sugerir que intentemos pensar en otras posibilidades.
Los posestructuralistas creen que el lenguaje es clave cuando se busca explicar el mundo social. Sostienen que no hay una realidad externa al lenguaje que utilizamos. Se inspiran en Nietzsche, quien, como se cita en Bleiker & Chou, argumentó que «cuando decimos algo sobre el mundo también decimos inevitablemente algo sobre nuestra concepción del mundo, algo que está vinculado no a los hechos y fenómenos que tratamos de comprender, sino a los supuestos y convenciones de conocimiento que hemos adquirido a lo largo del tiempo y que se han codificado en el lenguaje.» Creen que todos los aspectos de la experiencia humana son fundamentalmente textuales. Así, para los posestructuralistas, criticar un texto y/o un discurso es criticar el mundo mismo.
Mucha de la crítica posestructuralista se ocupa de identificar la presencia de binarios y dicotomías. Jacques Derrida argumenta que la propia estructura del pensamiento en la tradición occidental se ha elaborado a partir de tales oposiciones binarias; en otras palabras, las cosas se definen en gran medida por lo que no son. El color rojo es rojo en gran parte porque no es azul, verde o cualquier otro color. Los postestructuralistas pretenden demostrar que el despliegue de estos binarios penetra hasta el núcleo mismo de la vida política. En lo que respecta al campo de las relaciones internacionales, Connolly sostiene que las «relaciones internacionales», tal y como las conocemos y aspiramos a entenderlas hoy en día, se han compuesto en gran medida a partir del «intertexto entre el viejo y el nuevo mundo». Destaca el contexto histórico en el que se formaron estas relaciones, que han extraído gran parte de su carácter de «prácticas consagradas en el cristianismo», que se basaba en un proceso de alteración cuando se encontraba con alguien o algo considerado desviado de la fe. Connolly cree que sólo podemos entender realmente lo que él llama el «enigma de la alteridad» si observamos el contexto epistemológico del que surgió en el siglo XVI, y que al hacerlo podemos empezar a cuestionarlo. Connolly añade que el uso de binarios, empezando por parejas como fe/heresías, pureza/pecado, monoteísmo/paganismo y conquista/conversión, se filtró desde este contexto cristiano a la vida académica secular a través del vehículo de un ambiguo «debe»; la estructura de mando de un indefinible pero completamente «soberano» portador de la verdad. La mayoría de los postestructuralistas probablemente argumentarían que este mismo dispositivo se sigue desplegando hoy en día en nombre del estado soberano.
Al rastrear el uso de oposiciones binarias y otros dispositivos lingüísticos desde el contexto cristiano tardomedieval hasta la actualidad, Connolly, Jacques Derrida y los demás pensadores similares han empleado lo que se conoce como el método genealógico. Mediante el uso de la genealogía, los postestructuralistas tratan de interrogar a las piezas de conocimiento, para preguntarse de dónde proceden y a quién benefician. Las ideas de Connolly siguen las de Foucault, quien, según Mariana Valverde, creía que el concepto de soberanía fue promovido por primera vez por pensadores europeos «muy políticos» que «carecían de la independencia y el desinterés» de las «universidades autónomas» de las que gozarían los teóricos políticos del siglo XX. Foucault argumentó que estos pensadores de la soberanía tenían intereses creados en la defensa de determinadas instituciones, que en aquel momento estaban bajo los auspicios de la monarquía. Foucault creía que, a pesar de los profundos cambios políticos que se han producido desde que se formaron inicialmente estas ideas sobre la soberanía, el dominio de la «voz soberana» ha perdurado: «la representación del poder ha permanecido bajo el hechizo de la monarquía. En el pensamiento y el análisis político, todavía no hemos cortado la cabeza del rey». Al poner de relieve los orígenes tardomedievales del concepto de soberanía, Foucault afirma haber puesto en tela de juicio su percepción de intemporalidad y su idoneidad como elemento básico del sistema político actual.
Foucault escribió que «hay algo en la crítica que es afín a la virtud» y «esta actitud crítica la virtud en general.» Creía que la crítica genealógica postestructural no era simplemente un ejercicio de conocimiento, sino que también desempeñaba un importante papel ético. Valverde sostiene que el principal propósito de Foucault era «proporcionar una genealogía de los discursos de/sobre la soberanía que pudiera utilizarse para arrojar luz sobre aquellos fenómenos de la historia política del siglo XX que se cernían sobre la generación de Foucault», entre los que se encontraban «los asesinatos en masa organizados por el Estado de grupos humanos enteros declarados enemigos no sólo del Estado sino de la propia nación». Foucault ve la crítica postestructural, por tanto, como una forma de pedir cuentas a los que están en el poder. Como sugiere Judith Butler: «quizás lo que nos ofrece por medio de la ‘crítica’ es un acto, incluso una práctica de la libertad»
Otro método empleado a menudo por los postestructuralistas es el de la doble lectura. Se trata de analizar un discurso o una teoría en dos partes: en primer lugar, una lectura que toma el tema al pie de la letra y lo interpreta del modo en que el autor pretende que se entienda; y en segundo lugar, una lectura que cuestiona el tema, se pregunta a quién puede beneficiar y explora lo que deja de mencionar. Según Richard Devetak estas lecturas mutuamente inconsistentes se encuentran en «una contradicción performativa (más que lógica)», ya que el objetivo de la doble lectura no es demostrar la verdad sino «exponer cómo cualquier historia depende de la represión de las tensiones internas para producir un efecto estable de homogeneidad y continuidad.»
Richard Ashley es uno de los escritores posestructuralistas que ha utilizado el método de la doble lectura para criticar el estado soberano y el paradigma realista más amplio, al que se refiere como la anarquía problémica. Ashley afirma que su primera lectura del paradigma tiene las características de un monólogo, en el sentido de que permite que la presencia soberana controladora tenga «una existencia previa e independiente de las representaciones» y sea «fija y originaria». Ashley argumenta que permitir que el discurso analizado tenga un dominio incuestionable plantea un dilema al lector, porque «se le deja entrar en el recinto de un discurso y honrar sus poderosas representaciones de una problemática o mantenerse al margen». Por el contrario, la segunda lectura de Ashley de la anarquía problémica tiene las características de un diálogo, ya que el lector «estará dispuesto a explorar cómo las prácticas implicadas en la producción de un texto o discurso se mueven para absorber y destruir, afirmar y negar, anticipar y responder a una innumerable variedad de textos ajenos en un diálogo ambiguo, indeterminado y productivo». Al llevar a cabo esta doble lectura, Ashley afirma no haber destruido el discurso sino haberlo deconstruido, dando «una apertura a nuevas posibilidades donde antes sólo había la pretensión de cierre». En palabras de Jonathan Culler, esta técnica de deconstrucción «socava la filosofía que afirma… identificando en el texto las operaciones retóricas que producen el supuesto fundamento del argumento, el concepto clave o la premisa». Se cuestionan los límites del discurso y se crea un espacio para el debate posterior porque, según Ashley, se demuestra que los fundamentos del discurso «nunca fueron tan seguros como podían parecer». A través de la doble lectura performativa de Ashley, el locus del poder soberano ha sido supuestamente desestabilizado.
El «nexo poder/conocimiento»
Apareciéndose de la corriente principal de estudios positivistas en las RRII, los postestructuralistas tratan la producción de conocimiento como una «cuestión estética, normativa y política». Su énfasis en la esencialidad del lenguaje en la producción de conocimiento significa que el lenguaje se convierte, en palabras de Devetak, «menos en un medio de comunicación neutral y puro, que en un conjunto mediador de hábitos, convenciones, valores y prejuicios que nos permiten dar sentido al mundo». Visto a través de esta lente, el conocimiento y el poder se entrelazan así en lo que Foucault llama un «nexo de conocimiento-poder», donde ambos se «apoyan mutuamente» y «se implican directamente». Como sostiene Valverde, el uso que Foucault hizo de la genealogía posestructuralista se debió a su interés por «escribir la historia del pensamiento político no como una historia de las ideas, sino como una historia de las luchas por el poder»
Derrida veía la deconstrucción como una herramienta clave para irrumpir en la relación íntima que se percibe entre el poder y el conocimiento y para localizar «elementos de inestabilidad» que amenazan la cohesión de las oposiciones conceptuales en general. De manera crucial, creía que aunque ambas mitades de cualquier binario parezcan inicialmente iguales entre sí, una pareja conceptual es de hecho más poderosa y domina a la otra. Visto así, la deconstrucción es también un método útil para analizar las dinámicas de poder. Un binomio al que Derrida prestó especial atención fue el de «habla/escritura». En lugar de ser dos ramas iguales del lenguaje, Derrida postulaba que el habla era, de hecho, ampliamente considerada como «primaria y auténtica» y la escritura un mero derivado de ella. Argumenta que, en lugar de pensar en la escritura como una relación más pobre del habla, deberíamos tratar el habla como si fuera parte de una forma generalizada de escritura.
Jenny Edkins y Maja Zehfuss argumentan que se puede establecer un paralelismo con la lucha de poder del binario «soberano doméstico/anárquico internacional» en la política global, en la que lo internacional siempre se establece para fracasar cuando se ve a través de los criterios de un sistema de orden doméstico «soberano» que ya se considera superior. Imaginan que si concibiéramos una interpretación alternativa de la política mundial sin las líneas divisorias de lo doméstico/internacional (dentro/fuera de la entidad soberana), la ubicación y la naturaleza del poder cambiarían drásticamente. Imaginan un mundo en el que «la idea de grupos homogéneos de personas que comparten valores y una cultura común a lo largo del tiempo no se daría por supuesta». Esto no sólo echa por tierra la dicotomía primordial nacional/internacional, sino que también pone en tela de juicio otras que la acompañan, como interior/exterior, bueno/mal, orden/caos, seguro/inseguro, legal/ilegal, etc., todas ellas utilizadas para reforzar el poder dominante de uno de los dos socios. Utilizando el ejemplo del 11-S y la consiguiente «Guerra contra el Terror», Edkins y Zehfuss afirman que, aunque el gobierno estadounidense describió a Estados Unidos como menos seguro que antes de los atentados, en realidad estaba experimentando el retorno de una seguridad que no se experimentaba desde el final de la Guerra Fría, porque volvía a tener un enemigo claramente identificable («O estás con nosotros, o estás con los terroristas»). Argumentan que el gobierno de EE.UU. explotó esto en beneficio de su poder, justificando una mayor segurización «en casa» y actividades militares «en el extranjero».
El trabajo de Edkins y Zehfuss coincide con la creencia de muchos postestructuralistas de que el estado soberano está, como escribe David Campbell, «predicado en los discursos de peligro». Muchos postestructuralistas creen que las clases dirigentes de un Estado soberano refuerzan su poder mediante el despliegue del paradigma dentro/fuera. En lugar de ser «originarios» y tener una existencia previa a la práctica política, los postestructuralistas creen que los estados soberanos están «performativamente constituidos». Esto también encaja con el concepto de «virtud» que Foucault vio en la crítica postestructural. Jennifer Sterling-Folker sostiene que, a través de la crítica de la soberanía, los postestructuralistas quieren mostrar cómo la configuración actual de la política global engendra la «subyugación y las injusticias sociales que se reproducen acrítica y continuamente como si fueran inevitables». Como escribe Foucault, «la crítica es el movimiento por el que el sujeto se da a sí mismo el derecho a cuestionar la verdad sobre sus efectos de poder y a cuestionar el poder sobre sus discursos de verdad».
Conclusión
Mervyn Frost ha afirmado que la preocupación de los postestructuralistas por la localización del poder significa que serían descritos con más precisión como «superrealistas». Aunque puede que tenga razón, esto pasa por alto la diferencia clave de que, mientras los realistas afirman que su teoría actúa como un espejo que refleja una realidad preexistente y estática, los posestructuralistas son escépticos con respecto a las propias «realidades» presentadas por los discursos y las teorías de las RRII dominantes y animan a utilizarlas para ver el mundo de forma diferente. Se podría argumentar que la preocupación del postestructuralismo por problematizar las teorías existentes de la realidad es un grave defecto, ya que, de hecho, las deja sin hogar, al haber perdido una base desde la que formular pensamientos e ideas útiles. También cabría preguntarse: «¿de qué sirve pensar de otra manera, si no sabemos de antemano que pensar de otra manera producirá un mundo mejor?». Sin embargo, en respuesta a esto hay que subrayar que los postestructuralistas no pretenden formar nuevas directrices éticas. Tal y como escribe Butler, «creo que podemos asumir que las respuestas que se ofrecen no tienen como objetivo primordial la seguridad»
Como se ha demostrado en este documento, los postestructuralistas se limitan a introducir la mera posibilidad de ver la política internacional desde un punto de partida diferente, una posibilidad que es rechazada por muchas corrientes positivistas de las ciencias sociales. Este documento también ha demostrado que los postestructuralistas son eficaces a la hora de destacar la compleja e íntima relación entre el conocimiento y el poder; la maleabilidad del primero actúa en gran medida para reforzar el segundo. Al hacerlo, afirman haber cuestionado la relevancia del Estado soberano, considerado por muchos el único actor legítimo en las relaciones internacionales actuales. Aunque, como afirma Blair, el postestructuralismo no presenta ninguna «innovación teórica» concreta en las relaciones internacionales, sus métodos nos animan a pensar fuera de las limitaciones de los paradigmas tradicionales. En el contexto de los cambios políticos, en gran medida imprevistos, que se han producido especialmente en el último año, esta actitud abierta es quizá más necesaria ahora que nunca.
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Notas
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Merlingen, Michael (2013) Is Poststructuralism a Useful IR Theory? Qué pasa con su relación con el materialismo histórico? en https://www.e-ir.info/2013/05/08/is-poststructuralism-a-useful-ir-theory-and-what-about-its-relationship-to-historical-materialism/ .
Foucault, Michel (1997) ‘What is Critique?’ in The Politics of Truth, Sylvère Lotringer and Lysa Hochroth (eds.) (New York: Semiotext), p. 24.
Ibid, p. 46.
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Connolly, William (1991) Identity/Difference. Democratic Negotiations of Political Paradox, Expanded Edition (Minneapolis: University of Minneapolis Press), p. 38
Ibídem, p. 39.
Ibídem, p. 39.
Valverde, Mariana (2011) «Law Versus History – Foucault’s Genealogy of Modern Sovereignty» en Dillon, Michael y Neal, Andrew (eds.), Foucault on Politics, Security and War (Basingstoke: Palgrave Macmillan), p. 137.
Foucault, Michel (1978) The History of Sexuality, Vol. I: An Introduction, trans. R Hurley. (Nueva York: Pantheon, 1978), p 88.
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Ashley, Richard K. (1988) ‘Untying the Sovereign State: A Double Reading of the Anarchy Problématique’, Millennium, 17, pp. 227-286. (todos los énfasis son de Ashley).
Ibid.
Ibid.
Culler, Jonathan D. (1982) On Deconstruction: Theory and Criticism After Structuralism (Cornell University Press), p. 86.
Ashley, Richard K. (1988) ‘Untying the Sovereign State’, pp. 227-286.
Campbell, David & Shapiro, Michael J. (eds.) (1999) Moral Spaces: Rethinking Ethics and World Politics (Minneapolis: University of Minnesota Press).
Devetak, Richard (2013) ‘Post-structuralism’ en Theories of International Relations, Scott Burchill et al (eds.), (Basingstoke: Palgrave Macmillan), p. 188.
Foucault, Michel (1997) ‘What is Critique?’ en The Politics of Truth, Sylvère Lotringer y Lysa Hochroth (eds.) (Nueva York: Semiotext).
Devetak, Richard (2013) ‘Post-structuralism’, p. 188.
Valverde, Mariana (2011) «Law Versus History – Foucault’s Genealogy of Modern Sovereignty» en Dillon, Michael y Neal, Andrew (eds.), Foucault on Politics, Security and War (Basingstoke: Palgrave Macmillan
Devetak, Richard (2013) «Post-structuralism» en Theories of International Relations, Scott Burchill et al (eds.), (Basingstoke: Palgrave Macmillan), p. 196.
Edkins, Jenny & Zehfuss, Maja (2005) ‘Generalising the international’, Review of International Studies, 31, 2011, p. 463.
Ibid.
Bush, George W, Address to a Joint Session of Congress and the American People, Office of the Press Secretary, The White House (20 de septiembre de 2001).
Edkins, Jenny & Zehfuss, Maja (2005) ‘Generalising the international’, p. 463.
Campbell, David (1998) Writing Security, United States Foreign Policy and the Politics of Identity (Minneapolis: University of Minnesota Press).
Andrew Walker es un ejemplo notable.
Devetak, Richard (2013) ‘Post-structuralism’, p. 208.
Sterling-Folker, J. (ed.) (2006) Making Sense of International Relations Theory (Boulder, CO: Lynne Rienner), p. 159.
Foucault, Michel (1997) ‘What is Critique?’ en The Politics of Truth, Sylvère Lotringer y Lysa Hochroth (eds.) (Nueva York: Semiotext).
Frost, Mervyn, ‘Language and Power: Post-Structuralist Approaches to International Relations’, conferencia pronunciada en el King’s College de Londres (5 de diciembre de 2016).
Butler, Judith (2001) ¿Qué es la crítica? An Essay on Foucault’s Virtue, en http://eipcp.net/transversal/0806/butler/en/ .
Ibid.
Blair, Brook M. (2011) ‘Revisiting the «Third Debate» (Part I)’, Review of International Studies, 37 (2), 2011, pp. 825-854.
Escrito por: Harry Darkins
Escrito en: King’s College London
Escrito para: Mervyn Frost
Fecha de redacción: Enero de 2017
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