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Pancho Villa, la muerte del Centauro del Norte

Sobre José Doroteo Arango Arámbula, más conocido como Pancho Villa, se cuentan muchas historias. Algunas retratan al revolucionario como a un verdadero héroe y otras aseguran que se trataba de un bandolero y un mujeriego entregado a los excesos. Sin embargo, aquel revolucionario, nacido el 5 de junio de 1878 (aunque algunos historiadores afirman que podría haber sido en el mes de julio del mismo año), fue al parecer un hombre abstemio que incluso condenaba a muerte a todo aquel de sus seguidores que cayera bajo el influjo del alcohol (se dice que llegó a destruir cientos de litros de bebidas alcohólicas). En cuanto a su fama como mujeriego, a Pancho Villa se le atribuyeron hasta 27 relaciones, pero fue la famosa vedette de la época, María Conesa, conocida como la Gatita Blanca, la que fascinó absolutamente al revolucionario, aunque no la pudo conquistar: «Mire general, una pulga como yo, no duerme en su petate», le dijo la artista. La imagen icónica de Pancho Villa lo muestra tocado siempre con un gran sombrero, y es que el guerrillero se sentía incómodo con la cabeza descubierta y nunca se lo quitaba en público.

La Expedición Punitiva

Tal vez uno de los episodios de la Revolución mexicana protagonizado por Pancho Villa que está más rodeado de mitos y leyendas fue su invasión del pueblo fronterizo de Columbus, en Nuevo México.

A lo largo de 1915, la poderosa División del Norte, el ejército liderado por Pancho Villa, fue arrollada en una serie de terribles contiendas libradas contra el Ejército Constitucionalista mexicano que comandaba el general Álvaro Obregón. Pero cuando la balanza se inclinaba ya claramente en contra del ejército de Villa, los Estados Unidos reconocieron al gobierno constitucionalista de Venustiano Carranza, lo que convenció a Villa de que el propio Carranza había firmado un pacto con el gobierno norteamericano y que México acabaría convertido en un mero protectorado estadounidense. Decidido a impedir semejante humillación, Villa se embarcó en una misión que le llevaría a «invadir» los Estados Unidos.

Pancho Villa estaba convencido de que Carranza había firmado un pacto que reduciría a México a un mero protectorado estadounidense.

La realidad fue que los Estados Unidos nunca pactaron nada con el gobierno mexicano, pero ante los ojos de muchos compatriotas, Pancho Villa se convirtió en el símbolo vengador de la injerencia estadounidense (dejando casi en el olvido el hecho de que Villa fue el instigador de una auténtica transformación social tras la confiscación de los latifundios de Chihuahua el 12 de diciembre de 1913). Pancho Villa, al mando de su poderoso ejército, se convirtió en un referente en el imaginario colectivo del pueblo mexicano tras la «invasión» de la ciudad fronteriza de Columbus. La «Expedición Punitiva» llevada a cabo por los Estados Unidos en 1916 para repeler el ataque de los revolucionarios e intentar capturar a Pancho Villa fracasó tras once meses de infructuosa búsqueda de los estadounidenses, que llegaron a penetrar 600 kilómetros en territorio mexicano. Y tuvo una inesperada consecuencia: el aumento de los sentimientos nacionalistas del pueblo mexicano y de su gobierno.

Al final, México salió fortalecido. Tal como escribió el autor Friedrich Katz: «El gobierno mexicano, al que las grandes potencias veían como un instrumento maleable para sus propias políticas, logró invertir los papeles y explotar en su beneficio las rivalidades de aquéllas. Ni los planes norteamericanos ni los británicos ni los alemanes, dieron los frutos apetecidos. Carranza, sin embargo, obtuvo el retiro de la expedición norteamericana, la abstención de Alemania en cuanto a las actividades de sabotaje, y, por último, la neutralidad de México».

Conspiración

A partir de entonces, Pancho Villa vivió apartado de la vida pública junto a su familia en una hacienda de la localidad de Canutillo perteneciente al estado de Durango, una propiedad que el Estado mexicano le había donado como pago a los servicios prestado al país. El 20 de julio de 1923, Villa partió hacia Hidalgo de Parral, ciudad ubicada en el sur de Chihuahua, donde pretendía reunirse con algunos de sus camaradas para partir posteriormente todos juntos hacia Río Florido, donde debía asistir al bautizo del hijo de un amigo. Sus premonitorias palabras antes de salir fueron: «Parral me gusta hasta pa’ morirme». Serían premonitorias. Villa era consciente de que el a la sazón presidente de México, su antiguo enemigo Álvaro Obregón, estaba decidido a asesinarlo. Aunque Villa confiaba en que esto no sucediera, ya que en ocasiones anteriores él mismo se había encargado de desbaratar algún complot encaminado a acabar con su vida. Para dar a entender que venia sin ánimo de levantar disputas, rehusó la escolta de 50 hombres que habitualmente iba con él para protegerlo y marchó acompañado por cinco hombres, entre los que se incluían el general Trillo y su asistente de confianza, Daniel Tamayo.

¡Viva Villa!

Conduciendo él mismo su Dodge Brothers, empezó a atravesar la ciudad de Parral. Allí le esperaba un grupo armado que a punto estuvo de asesinarle si no hubiera sido porque decenas de niños que salían de un colegio se cruzaron con su comitiva en la carretera.

Pero cuando su automóvil cruzaba la calle Gabino Barrera, en Parral, un hombre ataviado con un sombrero de palma llamado Juan López, agitó la mano exclamando: «¡Viva Villa!». Aquel viejo grito de guerra de la división encabezada por el líder revolucionario cuando entraba en los pueblos se convertía ahora en el anuncio de su muerte. Aquella exclamación fue la señal para que los asaltantes supieran que el coche del antiguo revolucionario estaba llegando al punto establecido para el atentado.

«¡Viva Villa!». Aquella exclamación fue la señal para que los asaltantes supieran que el coche estaba llegando al punto establecido para el atentado.

Tras girar por una calle, el vehículo quedó en un punto ciego de la curva donde aguardaban los asaltantes para abrir fuego. Al grito de «¡Viva México cabrones!», los asaltantes dispararon una nube de proyectiles, se dice que unos 150, que destrozaron los cristales del vehículo. Trece balas atravesaron el cuerpo del Centauro del Norte causándole la muerte instantánea. La crónica del periódico El siglo de Torreón del día siguiente informaba: «Tres hombres de la escolta terminaron también muertos y dos heridos».

Villa debe morir

Los pistoleros encargados de matar a Pancho Villa fueron Jesús Salas Barraza, un diputado local, su cómplice Melitón Lozoya y el general Joaquín Amaro. La autoría intelectual se atribuye al presidente Álvaro Obregón y a su sucesor, Plutarco Elías Calles, que al parecer respondieron así a las demandas del Gobierno de los Estados Unidos, cuyas condiciones para reconocer la legitimidad del estado mexicano pasaban por el asesinato de Villa.

Las condiciones del Gobierno de los Estados Unidos para reconocer la legitimidad del estado mexicano pasaban por el asesinato de Villa.

El cadáver de Pancho Villa no encontró reposo en el cementerio de Parral. Su cadáver fue profanado y decapitado. Su cabeza desapareció sin que a día de hoy haya sido encontrada. El magnate norteamericano William Randolph Hearst también aportó su grano de arena al contratar a un grupo de mercenarios para que encontraran la calavera del revolucionario, algo que no llegó a conseguir. Una leyenda cuenta que cada 20 de julio, aniversario de su muerte, el fantasma de Pancho Villa reaparece por las calles de su país para recordar su asesinato a traición.

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