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Stalker (1979)

Andrei Tarkovsky es una rareza entre los cineastas, ya que crea películas que se asemejan a elaborados (y siempre inteligentemente escritos, bellamente rodados y magníficamente interpretados) rompecabezas. Las piezas siempre están dispersas, y Tarkovsky confía en que el espectador traiga consigo el elemento final del rompecabezas. SOLARIS explora los límites de la conciencia y el sentido del dolor (y utiliza el planeta titular como metáfora de Dios). ANDREI ROUBLEV es un viaje de múltiples capas a las creencias religiosas. STALKER, sin embargo, es mucho más espiritual y existencial que ambos.
Un profesor y un científico desean ir a una parcela restringida de la naturaleza -la mítica «Zona» consciente- para hacer realidad sus deseos. Para entrar en la zona y sobrevivir a sus numerosos peligros, contratan a un hombre sensible a los pensamientos y acciones de la Zona, un Stalker. Lo que encuentran allí resulta ser muy diferente de lo que esperaban, ya que llegan a descubrir quiénes son en realidad.
No se puede decir mucho sin ahogarse en detalles que parecerían pesados sobre el papel pero que fluyen sin problemas en la pantalla. A menudo, Tarkovsky reduce sus personajes al silencio, dejando que sus movimientos y sus ojos transmitan sus pensamientos y sentimientos y dejando que el espectador aporte sus propios pensamientos y creencias a la película. Uno de los muchos atractivos de STALKER es que te invita a dejarte llevar por tus propios pensamientos, fluyendo con las imágenes a la vez que te proporciona nuevas preguntas sobre las que reflexionar… En ese sentido, la película se parece mucho a un poema filosófico: una superficie muy simple que cubre innumerables capas de significado. Sin embargo, las imágenes que ofrece Tarkovsky -ya sea filmando paisajes o planos generales o simplemente observando los extraordinarios rostros de sus actores- lo convierten en algo casi hipnótico.
STALKER es un tesoro: una invitación a dar un paseo mental con un poeta y filósofo. Una película que te hace preguntarte más sobre ti mismo pero sin angustiarte. Las pocas películas que existen como STALKER son la razón por la que el cine se llama «arte».

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