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Presentación del podcast de Atlas Obscura

Si navega por la bahía de Matanzas, en las costas de Florida, rápidamente divisará las grises torres del Castillo de San Marcos, un histórico fuerte de San Agustín, famoso por sus irrompibles muros de piedra. Salpicados de agujeros grandes y pequeños -las marcas de las numerosas batallas que soportó el fuerte-, estos muros nunca se han caído.

Construido por los españoles en el siglo XVII para proteger sus rutas comerciales, el Castillo fue atacado por los británicos en múltiples ocasiones. Pero incluso después de ser bombardeado con balas de cañón y disparos durante un asedio de dos meses en 1702, los muros del fuerte no cedieron. Al contrario, parecían «tragarse» las balas de cañón británicas, que se incrustaban en la piedra. Tal y como lo describió un inglés, la roca «no se astilla, sino que cede a la bala de cañón como si clavaras un cuchillo en el queso»

Hizo falta un equipo de dos científicos especializados en ingeniería de materiales, uno de los cuales trabajaba en el Laboratorio de Investigación del Ejército de Estados Unidos, y un entusiasta estudiante de secundaria para descubrir los secretos de los muros del Castillo. Los muros se construyeron con coquina, un tipo de roca sedimentaria formada por las conchas comprimidas de organismos marinos muertos. A diferencia de otros tipos de roca, que se agrietan al recibir el impacto de los proyectiles, las diminutas partículas de la concha de la coquina son fluidas y tienen la capacidad de reorganizarse, actuando más como espuma que como piedra. Por eso los muros nunca se rompieron.

Hoy en día, el fuerte es uno de los secretos mejor guardados de Florida. Sus muros ya no protegen de las invasiones, sino que ofrecen unas vistas espectaculares de la bahía de Matanzas y de la ciudad circundante de San Agustín, el asentamiento europeo más antiguo de Norteamérica. Ahora forma parte del Servicio de Parques Nacionales de Estados Unidos y ofrece un programa de guardabosques para niños que recorre la historia del fuerte, que está literalmente escrita en sus maltrechos muros, que siguen en pie más de 300 años después.

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